El Turismo de Antaño

Tandil fue, desde su fundación, un lugar que por diversos motivos atrajo la atención de visitantes de las más diferentes extracciones: ave viajeros, exploradores científicos y artistas podríamos seguir enumerando hasta llegar a los que denominaríamos "turistas puros", ya en este siglo.
Resulta curioso conocer las pocas difundidas versiones escritas, de algunos de los viajeros del siglo pasado, sobre lo que ofrecería el Tandil en materia de comodidades para quienes se disponían a llegarse hasta estas hermosas serranías.
Así conocemos el relato del francés Horacio Armaignac sobre el que se considera el primer "hotel" que estuviera ubicado en la actual esquina de Gral.  Pinto y 9 de julio (en diagonal al Banco de la Provincia) y que fuera de don Juan M Dhers con el nombre “De La Piedra Movediza".
Este viajero nos dice de él:
"Yo deseaba hacer excursiones por los alrededores, de modo que decidí dedicar el resto del día a eso y 
pasar la noche en Tandil En consecuencia, nos dirigimos a un hotel francés que pasaba por ser el mejor de la localidad, y nuestro primer cuidado fue encargar un almuerzo a la francesa, excelente almuerzo por otra parte, en el que no faltó ni la alegría, ni el burdeos, ni el champagne. 
Todo esto me parecía tanto mejor, cuanto que llevaba tres años sometido al régimen del desierto, donde la galleta, la carne, los huevos, los productos de la caza, el vino, el café y algunas legumbres, formaban invariablemente el menú de todas las comidas, - gracias que de cuando en cuando podíamos conseguir algunos pancitos criollos de esos pasteles de hojaldre que amasan las mujeres del lugar con harina, huevos y grasa fresca."
"El pan criollo se hace con harina de trigo candeal, a la que se mezcla una cierta cantidad de grasa de vaca o de oveja que tiene la propiedad de conservarlo fresco bastante tiempo.  Se lo cuece en pequeños hornos de barro o de ladrillos calentados con huesos de animales, leña de oveja o troncos de cardos.  Este último combustible es muy poco usado, en primer lugar porque no los hay en todas partes, y da mucha molestia y poco calor, y además, porque sólo en invierno se encuentran troncos secos de cardo."
"Los pasteles de que hablo no son tampoco muy finos que digamos.  La harina y los huevos, a los que se añade cebo de carnero en lugar de manteca, sirven para hacer una pasta de hojaldre que se corta en trozos de diversas formas, se rellenan con huevos duros y carne picada y luego se ponen a freír en grasa de vaca como los buñuelos".
Fondas y hoteles del siglo pasado fueron lugares de encuentro no sólo para reseros, carreteros, algunos vecinos que iban a tomar su copa allí o en el "almacén de ramos generales", sino también de visitantes que pasaban por aquí y aprovechaban la circunstancia para conocer algo de la comunidad local y sus paisajes, donde todavía relucía la imponente piedra símbolo de Tandil.
Con el crecimiento y la evolución de la ciudad y de las estancias hermosas, que poderosas familias habían construido, se hizo frecuente que durante los meses de verano, estas últimas se constituyeran en el centro de concentración de porteños que, amigos familiares de los dueños, venían a pasar sus "vacaciones al campo".
 La construcción del magnífico “Palace Hotel” por la familia Santamarina (actual sede rectora de la Universidad Nacional del Centro), significó un paso extraordinario en la década del veinte, al dotar a la ciudad de un hotel de lujo para la época, con dos pisos primero y otro más que se agregó luego, a los que se accedía además por un ascensor (que todavía existe). El “Palace” fue el lugar por excelencia para recibir el turismo de la clase alta.
 También surgieron hoteles entre las serranías, en las afueras", y así el "Manantial" el "Edén", el "Tandil", supieron cosechar un turismo dávido de paz, paisaje y aire puro, cuando Tandil era "recomendado por los médicos para los enfermos o con problemas respiratorios" por la pureza de su clima, la sequedad ambiental y el oxígeno de este valle encantado.
Fenómenos sociales y económicos, fueron haciendo cambiar las corrientes turísticas y Tandil -ya desde 1912 sin la Piedra Movediza- vio como las exigencias y apetencias eran otras.  El mar por un lado, el exterior ahora, comodidades y bullanguería para los más jóvenes, obligó a cerrar a los antiguos hoteles serranos para que, por suerte, aparecieran empresarios, que creyendo en "su" Tandil, establecieran nuevas ofertas con características de confort acordes a los tiempos y hoy podamos disponer de atractivos hoteles, algunos de los cuales volvieron a las fuentes paisajísticas y de reposo -con la tecnología adecuada- levantando nuevamente las banderas de un "turismo en familia".
Tandil "tiene un poco de todo", nos decía alguna vez un conocido, y esto sirve a quienes provenientes de ciudades pequeñas, se encuentran bien y para quienes lo hacen de los grandes centros urbanos, puedan "desenchufarse" de su alienante ritmo cargado de "estrés".
En consecuencia, los tandilenses debemos cobrar mayor conciencia que somos una ciudad receptiva de turismo y por lo tanto necesariamente dispuesta a 'dar", para que quienes nos visiten se sientan bien y como en su casa, para luego recoger los frutos, siempre sabrosos de las amistades y de mayores corrientes turísticas que favorezcan el bienestar comunitario.
 Daniel Eduardo Perez

 
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